Llegó marzo de 2021 y la pandemia ya cumple un año entre nosotros. En medio de tiempos difíciles -de cuarentenas, de la “nueva normalidad”, de crisis sociales e institucionales- la vida sigue su curso y hay niños que por primera vez en su vida van al colegio. Nuestros queridos preescolares: Con mascarilla, con profesores a los que no les ven parte de la cara la cara, con termómetros y dispositivos de alcohol gel. Hacen fila, tienen que separarse de sus papás en la puerta porque esta vez no pueden acompañarlos. ¡Nada de fácil! Hace un buen rato que nada es muy fácil. El mundo de nuestras “guaguas” se vuelve mas amplio lenta y progresivamente y entra un nuevo personaje en sus vidas: “El colegio”

Da esperanza ver a esos preescolares -niñas y niños de 4 o 5 años- que a pesar de todo lo nuevo que les toca vivir hacen la fila, esperan su turno, se despiden de sus papás en la reja y entran a su colegio. Nuevas caras, nuevas profesoras, nuevas experiencias los esperan. Tantas mas tendrán a lo largo de sus vidas que recién comienzan. En este inicio de año escolar de tantas incertidumbres, los mas chicos van a su colegio todos los días, atendiendo a la importancia del vínculo presencial con otros niños, con profesores y con un lugar de pertenencia para si mismos: “Mi colegio”. Casi un mes después de vuelta a la casa, porque las condiciones sanitarias así lo requieren. Más desafíos: Conocer las clases online, sentirse confundido o aburrida con la pantalla, entender que a veces la conexión falla y no vemos a la Miss o no me escucha. Otro cambio al cual adaptarse, para estos “pequeños-grandes” seres humanos.

No los subestimemos: ¡Cómo nos enseñan los niños con su capacidad de adaptación a contextos adversos! No los sobreestimemos tampoco: Se adaptan, pero eso tiene sus costos, sobre todo si no pueden decirnos como se sienten. Pensemos en como acompañarlos en esta entrada al colegio diferente:

Conversar sobre lo que sienten, nombrar emociones es una de las maneras más efectivas de ayudar a los niños a conocerse. ¿Qué te entretuvo hoy? ¿Qué es lo que te da miedo? ¿Qué no te ha gustado del Zoom? ¿Por qué crees que te aburres? Si ellos pueden decirnos lo que están sintiendo en este proceso de cambio -aunque sea muy precariamente- y nosotros podemos ayudarlos a ponerlo en palabras, es como si estuviéramos con ellos adentro del colegio y en sus clases, aunque no lo estamos.

Compartir con ellos lo que nosotros sentimos, a la medida de un niño de su edad. Contarles cosas que sentimos en el presente o sentíamos cuando fuimos niños de su edad, también ayuda. “Cuando yo era niño o niña me asustaba…x cosa.”  ¡A mi no me pasó nunca esto de ir al colegio con mascarilla, te encuentro valiente!” “Yo a veces pienso que te puedes aburrir, pero te vi entretenido” “Que bien que sabes prender el micrófono, yo no aprendí eso cuando chica”.

Observar nuestras emociones y conversar sobre ellas con otros adultos. Nosotros los padres y madres, somos el primer y mas importante colchón emocional de nuestros hijos. Estamos comunicados con ellos con un cordón grueso e invisible. Lo que ellos sienten, tiene que ver con lo que nosotros sentimos. Nos influyen y los influimos. Si estamos muy angustiados, se angustian. Si tenemos mucho miedo, los asustamos. Si confiamos, aprenden a confiar. Identificar lo que sentimos es entonces muy importante. Poder conversar en pareja, con otros padres o amigos sobre las experiencias que estamos viviendo. Pensar con otros nos ayuda a digerir las emociones. Si Actuamos impulsivamente no le ayudamos a nuestros niños. Si mi hijo me cuenta algo y me da rabia, esa rabia sirve de algo. Me la esta entregando a mi, pero no significa que yo tengo que reaccionar a todo. Si lo veo entrar al colegio, me da susto que se pierda y puedo ser consciente de eso o conversarlo con alguien, ese susto ya me sirve, porque lo puedo digerir y quizás ayudo a que mi hijo tenga menos miedo.

Hacer del colegio nuestra comunidad y transmitirles la alegría de pertenecer a esa comunidad que hemos elegido para ellos. Contárselos a ellos: Lo que nos gusta de su colegio, que lo elegimos especialmente para ella o para él, que es un lugar que nos acoge a nosotros también. Hacerles sentir que el colegio es su comunidad y la nuestra, y por eso la cuidamos y nos cuida.

Confiar en nuestros hijos, confiar en el colegio y que ellos lo puedan sentir. Es un momento de muchos cambios, de privaciones, de sensaciones de sinsentido, de cansancio por el año de pandemia acumulado y de irritabilidad. Es cierto que el colegio no es la casa de cada niño, que no todo lo que nuestros niños viven ahí les gusta y les parece, que a veces se enojan o se sienten frustrados. Eso también nos pasa a nosotros sus padres, y es lógico. A nadie le resulta todo, a nadie le dan en el gusto en todo, pero todos cabemos ahí. Si ellos ven que tenemos espíritu colaborativo, que tratamos de resolver con lo que tenemos, que ponemos de nuestra parte en estos momentos difíciles, probablemente puedan hacerlo también. Si confiamos, ellos van a confiar y se sentirán mas seguros y contenidos en ese nuevo lugar que los acoge.

Oigamos a nuestros niños, ellos también nos enseñan en esta experiencia que a todos sobrepasa. Un niño dice en sus primeros días de clases: “Con la mascarilla, no le veo la boca a la Miss mamá, pero ahora me doy cuenta de que la gente se ríe con los ojos también… No le vi la boca, pero sus ojos se estaban riendo y estaba contenta”. Nosotros no podemos cambiar la realidad que les toca, aunque quisiéramos, pero podemos acompañarlos a vivir este cambio creativamente, y saldrán fortalecidos para los que les tocará enfrentar en el futuro. Que tengan todos ellos, “Georgianos de corazón”, un feliz comienzo de su vida escolar. Que gratificante saber que, mas allá de las limitaciones que impone el COVID, los padres y madres podemos contribuir mucho a que así sea: un comienzo de año feliz.