Hace unos días, escuché a un psicoanalista brasileño decir que, en respuesta a un evento traumático como es la pandemia, estamos todos con el “pensar corto”. Con eso quería decir que estamos con un nivel de ansiedad de base tan alto, que en muchos momentos nuestro pensamiento se interrumpe, se altera, perdemos la capacidad de evaluar, tener esperanza, medir consecuencias, calmarnos. Se interrumpe la continuidad del pensamiento, como se interrumpe la respiración cuando nos angustiamos. Su descripción me pareció muy representativa de lo que vivo y también veo a diario en mi trabajo con personas: padres, hijos, jóvenes, abuelos, colegas, nadie se salva. Nos vemos amenazados, limitados, asustados, cansados y nos está costando pensar.

Eso del “pensar corto” me trajo a la mente, a los preadolescentes y adolescentes. La etapa que ellos viven, llena de cambios biológicos y psicológicos vertiginosos los hace estar, por definición, con el pensamiento más corto: les cuesta controlar los impulsos, pensar con perspectiva, se inundan emocionalmente, se altera su capacidad reflexiva frecuentemente. En un estado normal de las cosas, los adolescentes necesitan poder vivir esos procesos, acompañados de adultos significativos que les ¨prestan mente¨. Y por estos días, cuando estamos todos con el pensamiento corto, prestarles mente se hace difícil. Acompañarlos en su proceso, se hace aún más desafiante.

Pensemos en nuestros adolescentes de la pandemia:

¿Qué están viviendo?

  • Los adolescentes están viviendo una etapa en que progresivamente necesitan ir “empujando hacia afuera” a los padres, que han sido su figura de apego más significativa. Este es un proceso normal y esperable, que puede dolerles y dolernos, pero que es necesario para crecer…. Pero dadas las restricciones de la pandemia, nuestro adolescente se ve obligado a estar en su casa todo el tiempo, a pasar mucho más tiempo con padres y hermanos, del que naturalmente están.
  • Los adolescentes necesitan tener un grupo de pares, con el cual pasar buena parte de su tiempo, al cual recurrir y con el cual identificarse. Este grupo es un factor protector de su salud mental…. Pero ahora no pueden verse y pasar tiempos de calidad juntos, excepto por las pantallas, pero no es lo mismo.
  • Los adolescentes necesitan expandirse, hacer actividad física, buscar intereses y hobbies con los cuales diferenciarse, necesitan retraerse y esconderse de los adultos, volver a acercarse…Pero el espacio para todo eso está restringido por ahora.
  • Los adolescentes en este momento además están (igual que todos nosotros) confundidos, asustados, enojados con las limitaciones, tristes por lo que se pierden de vivir, cansados…pero no siempre encuentran un espacio para hablar de lo que sienten, porque todos estamos sobrecargados o ellos disimulan bien su necesidad.

¿Cómo los podemos acompañar?

  • Permitamos que tengan su espacio, a pesar de que estamos todos en la misma casa. No vivamos su lejanía y su indiferencia como una afrenta personal, recordemos que ellos están necesitando separarse y que también sienten ambivalencia por eso. Es bueno permitir que busquen espacios separados de nosotros, sin sentir culpa por hacerlo. Eso puede incluir espacios separados de sus hermanos, que también se les hace necesario.
  • Los adolescentes necesitan, al mismo tiempo que se alejan, tener a los padres atentos y cerca. Están teniendo que lidiar con cosas nuevas, con sentimientos de vacío, con frustraciones, emociones que los inundan. Nos necesitan disponibles, aunque parezca que nos dan portazos en la cara. Suena contradictorio, pero la adolescencia es contradictoria.
  • “Prestarles mente”, dentro de nuestras posibilidades y sin sobre exigirnos, teniendo presente la idea de que en esta pandemia a todos nos cuesta tener la mente clara y tranquila. Pero pensemos que a ellos les cuesta más por la etapa que viven, eso nos ayudará a tener paciencia. Ayudémoslos a calmarse, a confiar, a no perder el control o a recuperarlo cuando lo sienten perdido, a sentir que hay continuidad en un momento lleno de incertidumbres.
  • No tengamos miedo de hacerlos enojar o limitarlos. Los adolescentes necesitan alguien que les permita estar molestos, rebelarse, enojarse con nosotros y distanciarse. Prestémonos como personajes para ese conflicto, con confianza en que ellos saben que los queremos y nos quieren, solo son momentos hostiles.
  • Favorezcamos sus encuentros con amigos y pares, sobre todo si los vemos retraerse o aislarse. Puede que eso implique más horas de pantalla de las que hubiésemos querido, pero es saludable que tengan encuentros, ojalá de la mejor calidad posible, con sus amigos y amigas. Ayudémoslos a ir distinguiendo en que modalidad online, dentro de las posibles, logran una mejor intimidad con sus amigos.
  • Promovamos en ellos proyectos: cortos, de largo plazo, familiares, de ellos solos. Esos proyectos, de cualquier índole: cocinar, escribir, hacer deporte, armar algún proyecto con amigos, hacer algún cambio físico en sus piezas, los mantendrán motivados y con sensación de futuro.
  • Finalmente, que sepan que los queremos mucho, que sientan que estamos disponibles, y que entendemos sus confusiones y dudas, porque nosotros también las tenemos. No olvidemos que mientras más nos puedan sentir como figuras paternas que los contienen y se hacen cargo de ellos, mayor libertad encontrarán para vivir su adolescencia con libertad y aprovecharla para crecer sanos.